La Organización Mundial
de la Salud (2016) define el maltrato infantil como
los
abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, incluye todos
los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención,
negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar
un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su
supervivencia, e el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o
poder.
Adicionalmente, con base
en Murueta y Orozco (2015, p. 37 - 39), existen diferentes modalidades de
maltrato infantil:
- Físico: "es expresada por lesiones físicas,
hematomas y contusiones inexplicables, cicatrices, marcas de mordeduras a la
medida de un adulto, fracturas de hueso, quemaduras, cortaduras, verdugones,
moretones y otros daños" (p, 37). Asimismo, estos autores (2015)
comentan que existe "el síndrome del bebé sacudido" (p, 37), el cual
consiste en atacar mediante látigos al menor, lo cual puede generar daños
neurológicos, y por ende cognitivos, e incluso la muerte.
- Abuso
sexual: "se
manifiesta con caricias sexuales, coito y otras formas de explotación sexual
vergonzosa y dolorosa" (p, 38). Adicionalmente, es uno de los más
perjudiciales para los niños, ya que les deja secuelas severas en su
comportamiento, como aislamiento, baja autoestima, pesadillas, incomodidad al
contacto físico, baja concentración escolar, llanto fácil, interés por estar
prolongado tiempo en la escuela (llegando temprano o retirándose lo más tarde
posible), ausentismo escolar, conducta agresiva o destructiva, depresión
crónica y retraimiento, conocimiento sexual o comportamiento inapropiado para
la edad, conducta excesivamente sumisa, irritación y dolor o lesión en zona
genital (p, 38).
- Maltrato
emocional: "también
denominado crueldad mental, se expresa por medio de hostilidad verbal en forma
de insulto, desprecio, crítica y rechazo empleando gritos y palabras altisonantes
con la firme intención de avergonzar o ridiculizar" (p, 38).
- Maltrato
prenatal: "se
manifiesta cuando la mujer embarazada, consciente de su estado, perjudica el
desarrollo del feto al consumir medicamentos, alcohol, drogas, etc (p, 38).
- Corrupción: "se manifiesta promoviendo e incitando
al niño a realizar acciones delictivas tales como hurtos, tráfico y consumo de
drogas y pandillerismo, entre otras" (p, 38). Asimismo, "se
complementa con la premiación de dichas acciones, lo que propicia a que el niño
las asuma como prácticas de un adecuado estilo de vida" (p, 38).
- Explotación
laboral: "se
expresa con la exigencia de realizar trabajo forzoso por prolongadas horas que
exceden los límites de lo habitual para un niño. Esta situación puede
interferir en las necesidades y actividades escolares del niño" (p, 38).
- Síndrome de
Münchausen (patología de los padres): "se manifiesta al provocar un daño planeado y calculado para
desatar síntomas físicos y patológicos en el niño que requieren hospitalización
o tratamiento médico reiterado para así obtener trato especial y
consideraciones de otras personas (p, 39). "Cuando se presenta este
síndrome, las exploraciones médicas no tienen un diagnóstico preciso y el menor
tiene síntomas persistentes de difícil explicación teórica, por lo que se
encuentran contradicciones graves entre los datos clínicos y los
conductuales" (p, 39). "Estos síntomas desaparecen cuando el niño no
está en contacto con su familia" (p, 39).
Por otro
lado, de acuerdo con estos mismos autores (2015), existen otras formas de
maltrato hacia los(as) menores de carácter pasivo:
- Abandono físico: "se
presenta cuando los padres no proveen a sus hijos de los medios que satisfagan
sus necesidades físicas básicas, tales como alimentación, abrigo, vestimenta,
atención médica adecuada y/o supervivencia" (p, 39).
- Abandono emocional: se
manifiesta con la falta de respuesta a las señales de llanto, sonrisa u otras
expresiones emocionales del niño, así como a sus conductas de interacción
física" (p, 39).
- Atestiguamiento de violencia: "se manifiesta cuando los padres protagonizan episodios
cotidianos de violencia (simétrica o asimétrica) haciendo caso omiso de la
presencia de sus hijos" (p, 39). Los niños que son expectadores de
violencia en sus casas (aunque no sean víctimas de forma activa de ella) pueden
aprender a utilizar la agresión como medio para resolver sus problemas (Olaya,
Tarragona, De la Osa, & Ezpeleta, 2008), o bien, para sentirse asustados y
confundidos por no recibir el beneficio de un ambiente seguro (p, 39).
- Asimismo, siguiendo a Murueta y Orozco (2015), existen diferentes tipos de niños(as) que desempeñan diversos roles o comportamientos dependiendo de su situación (p, 40 - 41).
- El niño hipermaduro: algunos niños presentan una madurez superior a la de sus compañeros de la misma edad; son autónomos y tienen mayor influencia en la toma de decisiones familiares. Es decir, se convierten en pequeños hombrecitos o mujercitas que hacen las tareas domésticas y cuidan a sus hermanos a costa de renunciar a sus propios intereses (p, 40).
- El niño espía: "los niños llegan a ser utilizados por sus padres para saber qué hace su pareja, lo que los coloca en un conflicto de lealtad" (p, 40).
- El niño mensajero: rol que suelen desarrollar los niños cuyos padres los utilizan para enviar mensajes con palabras altisonantes y/o términos despectivos a su pareja para demandarle que cumpla ciertas necesidades. Por ejemplo, una madre puede pedir a su hijo que le diga a su padre que le compre zapatos o le dé dinero, colocándolo, así, en una situación incómoda y estresante (p, 40).
- El niño colchón: "rol que desarrollan con frecuencia los niños cuyos padres descargan sobre ellos sus problemas de pareja. Ellos tienen que soportar las devaluaciones de uno de los padres contra el otro y dar excusas para justificarlo, amortiguando, así, las discusiones entre los padres" (p, 40).
- El niño confidente: "niños que se vuelven una figura de apoyo emocional para sus padres al convertirse en escuchas de las insatisfacciones y/o malestares por la pareja" (p, 40).
- El niño víctima del sacrificio: "niños cuyos padres viven reprochándose los sacrificios que hacen por él, por lo que crece sintiéndose una carga y pensando que sus papás lamentan su existencia, con un enorme sentimiento de culpa" (p, 40 - 41).
- El niño bajo alineación parental: se dice que un niño está bajo este síndrome cuando uno de los padres envía mensajes negativos sobre el otro para conseguir que su hijo lo elija, al mismo tiempo que le quita el permiso psicológico para relacionarse con el otro progenitor. Estos niños prefieren quedarse con el padre que desvaloriza y casi eliminar al otro negándose a mantener una relación con él por temor a ser abandonado. Esto los obliga a unirse incondicionalmente a un solo progenitor, compartir sus ideas y comportamientos para sobrevivir psicológicamente (p, 41).
- El niño con efecto bumerán: "esta situación es la opuesta a la anterior: tras crecer escuchando los insultos y devaluaciones de un padre hacia el otro, el niño decide inclinarse por el progenitor que ha sido descalificado" (p, 41).
Repercusiones
en el desarrollo cognitivo y emocional
El
maltrato hacia los(as) hijos(as) es un fenómeno que genera demasiadas
repercusiones en los(as) mismos(as). Murueta y Orozco (2015) describen 14
alteraciones en el desarrollo de los(as) niños(as) que sufren de maltrato:
- Tristeza: "esta consecuencia emocional puede manifestarse de diversas maneras, ya sea llorando, permaneciendo callado, alejado, distraído y/o mostrando dificultad para disfrutar de actividades que solían gustarle. Este sentimiento puede volverse crónico y transformarse en depresión" (p, 41).
- Miedo: suele expresarse a través del llanto frecuente, conductas de apego, inquietud o rechazo incluso a cualquier persona cercana. Esto puede deberse al temor a ser abandonado, a quedarse sin alimento, abrigo o casa, o bien, a que se le deje de querer (p, 42).
- Culpa: este sentimiento es muy común en los niños que tienen la creencia de que ellos son el centro del universo y que por eso son la causa de todo lo que ocurre a su alrededor, por lo que se sienten responsables de las peleas entre sus padres y creen que ellos pueden reconciliar o solucionar los problemas (p, 42).
- Soledad: "esta sensación suelen experimentarla por carecer de los cuidados y la seguridad que necesitan, ya que sus padres no se los proporcionan por encontrarse inmersos en el conflicto de violencia" (p, 42).
- Enfado: "suele manifestarse como desacato a las figuras de autoridad y peleas con otros niños" (p, 42).
- Regresión: se manifiesta con los intentos del niño por evadir todos los acontecimientos estresantes que está viviendo retirándose mentalmente a un lugar donde se sienta más seguro y tranquilo. Las conductas regresivas más comunes son: chuparse el dedo, habla infantil, enuresis nocturna, rabietas, alta dependencia de los padres, así como dejar de usar cubiertos para alimentarse y recurrir nuevamente al biberón y/o a relacionarse con un objeto de apego (p, 42).
- Desamparo aprendido: "es una consecuencia que puede presentarse tras un periodo relativamente largo de exposición a episodios violentos, o como resultado de frustraciones y fracasos repetidos que lo hacen sentir que sus esfuerzos para enfrentar la situación problemática son inútiles" (p, 42).
- Alteraciones hormonales: Portellano (2008) y Estivil (2002) refieren que los menores víctimas de violencia en casa están expuestos a condiciones que afectan de forma importante su calidad y cantidad de sueño, lo que tendrá importantes repercusiones en la generación y modulación hormonal, en particular de la hormona de crecimiento, químico fundamental para los procesos de regeneración tisular y consolidación de los procesos de aprendizaje. Esta condición ha provocado que muchos menores en condiciones de violencia crónica muestren niveles generales de menor y más lento crecimiento físico, menores niveles de éxito académico y menores puntuaciones en pruebas de inteligencia general. Este cuadro se ha denominado enanismo psicosocial, que se define como el retraso en el crecimiento de origen psicosocial (García, 2009; Rosenzweig, Breedlove, & Watson, 2005; p, 42).
- Problemas de sueño: estos se manifiestan básicamente con presencia de terrores nocturnos, pesadillas recurrentes, insomnio, miedo a dormir solo o a la oscuridad. También se han descrito condiciones donde el menor no tiene los hábitos de sueño necesarios para su edad, hay disminución de los periodos de sueño. Según Estivil (2002), estos problemas suelen correlacionarse estrechamente con muchos de los problemas cognitivos y de conducta característicos en estos niños (p, 42 - 43).
- Problemas escolares: se refieren a la inadaptación en el ámbito educativo, bajas calificaciones, repetición de años escolares y un conjunto de condiciones que se han denominado fracaso escolar. En el caso de preescolares, se ha apreciado que la exposición a la violencia entre sus padres se asocia con irritabilidad excesiva, regresión en el lenguaje y control de esfínteres, ansiedad de separación, dificultades en el desarrollo normal de la autoconfianza y de posteriores conductas de exploración relacionadas con la autonomía que, frecuentemente, el profesor puede observar con facilidad (p, 43).
- Dificultades en sus relaciones interpersonales: los niños víctimas de violencia muestran estrategias de relación interpersonal caracterizadas por vinculación con compañeros de menor edad y dificultad en la asunción de reglas en la relación con sus pares o para expresar desacuerdos. Es común el despliegue de conductas violentas como medio de resolución de problemas. También se observa aislamiento o exclusión por parte de sus compañeros. Los niños maltratados no aprenden a defenderse, no saben detener el maltrato y, en muchas ocasiones, ni siquiera se dan cuenta de que el trato que se les brinda es nocivo e inconveniente (p, 43).
- Alteraciones cognitivas: en los niños en situación de maltrato se han observado menores niveles de rendimiento en escalas de inteligencia, verbales y de memoria (Pino & Herruzo, 2000). Presentan retrasos en el nivel madurativo global, incapacidad para abstraer y generalizar conceptos, inmadurez y perseverancia en plantear soluciones negativas (Moreno, 2003; p, 43).
- Alteraciones en el lenguaje: se manifiestan en forma de trastornos del habla, generalmente disfemia y dislalia; desarrollo lingüístico por debajo de su edad cronológica; alteraciones en la intencionalidad en la comunicación y pobreza de vocabulario; y dificultades en pragmática, morfología, sintaxis y semántica (Moreno, 2003; p, 43).
- Problemas conductuales: es común que los niños en condiciones de violencia muestren una serie de conductas desajustadas o desadaptativas que pueden incluir alteraciones por poca activación o participación en el ambiente (como los niños que presentan mutismo selectivo, común, aunque no exclusivo, en casos de maltrato), poca integración con pares, disminución de la curiosidad, timidez excesiva, cuadros que semejan la fobia social de los adultos, o por el contrario, casos en que la conducta se exacerba y se manifiesta poco control de impulsos, cuadros maniacos, autolesiones, conductas obsesivo-compulsivas (frecuentemente onicofagia) y prácticas de riesgo (Silva, 2003; Meece, 2000; p, 43).
Bibliografía
Murueta, M., &
Orozco, M. (2015). Psicología de la violencia, Editorial Manual
Moderno, México.
Organización Mundial de
la Salud. (2016). Maltrato infantil, Organización Mundial de la Salud.
Recuperado de: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/child-maltreatment
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